Flea (RHCP) hace público su mayor arrepentimiento: “Me siento como un idiota, es pátetico”

El bajista de Red Hot Chili Peppers lo deja claro: no hay que hacer esto sobre el escenario

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Cuando un artista se sube al escenario, comienza la lucha para llamar todo lo posible la atención de su audiencia. Y claro, uno de los movimientos más míticos de la historia del rock and roll es el de destrozar tu instrumento una vez terminado el show. Pero, ¿merece la pena destruir algo que, además de ser tu herramienta de trabajo, vale, tirando por lo más bajo, un par de cientos de euros, cuando no un par de miles?

Según el bajista de Red Hot Chili Peppers, Flea, esto es una completa estupidez. En un post en sus redes sociales, el artista ha lamentado haber destruido algunos de sus bajos como parte del espectáculo hace ya muchos años. Así lo decía él mismo en su cuenta de X (antes conocido como Twitter): "Me siento como un idiota por destrozar mi bajo en el escenario en su día, patético".



Eso sí, el bajista no ha dado más detalles sobre esto, aunque, a buen seguro, con el paso de los años y la madurez adquirida, eso de tirar el dinero para alimentar su show ya no tiene mucho sentido para él.

El infierno del hombre que comenzó con la tendencia

En una nueva entrevista con The Tonight Show Starring Jimmy Fallon (vía Ultimate Guitar), el guitarrista de The Who, Pete Townshend, ha explicado cuál era su realidad una vez cogió la emblemática costumbre -imitada por miles- de romper su guitarra eléctrica en el cúlmen de sus actuaciones con la banda inglesa.

Cuenta la historia que, en 1964, Townshend hizo esto por primera vez en una explosión de rabia para con su público, que se estaba riendo de él por haber roto, sin querer, la pala de su hacha con el techo bajo del Railway Hotel de Wealdstone, donde el grupo se encontraba tocando.

"Los jóvenes que compran una primera guitarra realmente buena acaban teniendo una relación de amor con ella; a mí nunca me ha pasado. Creo que a mucha gente le cuesta comprar sus primeros instrumentos y se crea una relación con ellos".

En aquel entonces, para los guitarristas las cosas eran distintas, según narra Pete: "En aquella época, todos los niños querían ser Elvis Presley y querían las guitarras baratas que él tocaba. Eran guitarras basura; el tipo de guitarras que te compraba tu abuela por Navidad; no se podían tocar".

"Mi padre era músico profesional y le dije: 'Por favor, cómprame mi primera guitarra'. Pero él me dijo: 'Tu abuela quiere comprarte una'. Así que mi abuela me compró mi primera guitarra de la pared del restaurante griego de Eeling donde vivíamos. Nadie me va a decir que ese trozo de madera es sagrado. No para mí".

No hay tantas guitarras como para romperlas... y después no arreglarlas

Después de que romper su guitarra se convirtiera en una seña de identidad, Townshend comenzó a tener que arreglar la única que tenía después de cada concierto, algo que, a buen seguro, le consumía mucho tiempo: "Cuando vinimos a Nueva York por primera vez, hicimos una cosa llamada The Murray the K Show y tocábamos cuatro veces al día. Yo sólo tenía una guitarra, así que tenía que romperla y arreglarla -pegándola de nuevo- cuatro veces al día."

"Al final, el instumento era más pegamento y cuerda que otra cosa", se sincera Townshend.

RockFM