Contra-crónica: El Viña Rock educa y divierte

El pasado puente se celebro la 27º edición del Viña Rock en Villarrobledo, Albacete

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Difícil me parece empezar a escribir un texto donde te cuente la experiencia a las afueras de los conciertos del Viña Rock que no implique hablar de un ‘punki’ increpando a Ana Rosa, o algo que no este relacionado con la orgía. Pero te voy a reconocer que hay un capote que si le voy a echar a mi “colega” con mosquetones en las orejas y una creta rojo pasión... si no has ido al Viña, poco vas a poder hablar de él con sentido de razón.

Y es que el Viña Rock no es un festival al uso. Y solo el que ha ido, lo sabe. Pasar cuatro días donde lo que te llevas son kilos de polvo en los pies y alguna que otra contractura, solo se hace por amor.

Y es que a diferencia que otros festivales, el Viña Rock no defiende un tipo de música (aunque la lleve tatuada en el nombre). Sino se habría convertido en una experiencia donde escuchas siempre el mismo sonido: guitarras distorsionadas, un cantante berreando, y una batería tan fuerte que casi puede servir de desfibrilador. Sin embargo, yo he descubierto cosas nuevas en este Viña Rock, para colmo de los que creen que el rock esta ya extinto.

En primer lugar, el Viña Rock es pasión por la música con mensaje, ya sea reivindicativo, que tenga cultura. Por eso encaja a la perfección una carpa de hard rock, una carpa de heavy metal, y además otra de rap o de reagge. No son los mismos ritmos, no son los mismos instrumentos, las mismas voces… pero sí mismo mensaje, misma idea, misma cultura. Muchos ya lo sabríais… perdón por el retraso, jejeje

Por otro lado, este festival saca siempre lo mejor de las personas que viven con él o en él. No me refiero solo a sus asistentes, que también. Los fans de este festival hacen ‘pogos’ agresivos en sus conciertos, pero saben convivir con esa ‘violencia gratuita’, en el sentido más noble de lo que pueda tener esa palabra.


He visto partidos de fútbol de infantil donde los chiqui-jugadores se han hecho muchas más lesiones que en un ‘pogo’ de un concierto de ZOO, Lendakaris Muertos, Sons of Aguirre, o Reno Renardo (Lo sé porque yo era el que les lesionaba). Se ve fuera del recinto cuando falta papel de váter, agua, sal o simplemente se te ha acabado la comida. Muchos dirán que es una comuna hippie… ¡¡¡SE LLAMA AYUDAR, CABALLERO!!! Perdón por el sufijo.

Los que viven con él toda la semana saben de que hablo cuando te prestan sus hogares para que, aunque sea por un momento, puedas convertirte en una persona decente, ducharte, lavarte los dientes, beber agua, o algo tan poco punki como cargar el móvil.

Solo el que ha vivido el Viña Rock puede hablar de él, en mi opinión. No tiene nada que ver a otros festivales. Y no me refiero a la música, si no a las personas. Una escuela más sobre la convivencia, la diversión, carcajadas, la conversación profunda, los momentos para ti descalzo en la hierba, y sobre lo importante, que es ir al Viña Rock a aprender… y ducharte, muy importante.

Rock&Roll…


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