Anvil, la historia de un fracaso

El grupo canadiense narró la historia de su carrera y penurias en un brillante documental

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Esta no es una anécdota feliz ni la biografía de un gran grupo. Esta historia es todo lo contrario, la otra cara de la moneda, el reflejo del amargo pozo en el que se sumergen aquellos que no llegan a alcanzar la gloria de las grandes estrellas de rock. Todo comienza con un grupo canadiense llamado Anvil, formado en 1978, que, pese a que vivió los años de la fiebre del heavy metal, no consiguió lograr aprovechar sus oportunidades. 

Uno de los primeros trenes que uno de los miembros de la banda dejó pasar fue el de tocar en Motörhead. Steve “Lips” Kudlow, cantante y guitarrista de la banda, fue contactado por Lemmy, que le quería en su formación para sustituir a “Fast” Eddie Clarke. El músico le rechazó y decidió continuar con Anvil, que acababa de publicar su primer disco. Después de varios álbumes, en 1984, a la banda le llegó una de sus grandes oportunidades, la de tocar en el Super Rock Festival celebrado en Japón junto a grupos de la talla de Bon Jovi, Michael Schenker Band o Whitesnake. Aquel fue el culmen de una carrera que, una vez pasaron los '80, se acabó yendo por el desagüe. 

El problema no fueron las drogas ni una lucha de egos entre sus miembros, no, porque los canadienses nunca llegaron al punto de poder permitirse eso. Uno de sus miembros originales, Robb Reiner, afirmaba que la culpa de su fracaso había sido una pésima representación. Eso, en parte es cierto, los que fueron sus mánager no supieron hacer bien su trabajo y su elección de discográficas, entre las que fueron saltando, tampoco fue la mejor. Sin embargo, quizás exista un elemento insalvable, un escollo imposible de superar, que fue el que realmente les frenó. La banda no era tan buena como los ídolos de los '80. No eran Metallica, no eran Bon Jovi incluso dentro de su estilo, que podría clasificarse como Speed Metal, no le llegaban ni a la suela de los zapatos a Lemmy Killmister y a los suyos. La cruda realidad les acabó golpeando en la cara a medida que llegaban y avanzaban los '90. 

Esto no significa que la banda no llegara a influir a futuras generaciones de músicos, incluidos Slash, Lars Ulrich o Scott Ian (Anthrax), pero, lejos de el éxito comercial y, cada vez, tocando en escenarios más pequeños, la banda cayó en el más profundo olvido. Este, perfectamente, podría haber sido el final de la trayectoria del grupo, así como lo es el de muchos otros. Sin embargo, la suerte se quiso poner de su parte una última vez. Sacha Gervasi, director de cine y periodista que había sido roadie de la banda durante sus giras de 1982, 1984 y 1985, se acordó de ellos y decidió hacer un documental para poner en valor su carrera. 

El estado en el que se les encontró, aproximadamente en 2006, era poco menos que lamentable. Unos señores que, a sus 50 años, malvivían con trabajos a tiempo parcial, tocaban en salas que estaban prácticamente vacías y se preguntaban, 30 años después, a dónde había ido a parar ese principio de gloria que un día rozaron con la punta de los dedos. Todo les salía mal, incluida una gira europea de la que volvieron sin dinero y en la que se llegaron a ver obligados a dormir en una estación de tren. El momento más triste y decepcionante, quizás, fue el de actuar en el Monsters of Transylvania, un festival en un recinto para 10.000 personas en los que la banda haría de cabeza de cartel. Se les prometieron 5000 asistentes como mínimo, pero solo aparecieron 174 personas.

El documental continúa con la grabación de 'This is Thirteen', el álbum número 13 de la formación. Tras pedir dinero prestado a la hermana del cantante, los músicos son incapaces de recuperar la inversión pese a haber pasado un mes preparando el LP en Inglaterra, teniendo que publicar su trabajo en Internet de manera gratuita. La suerte les sonríe una vez más cuando son llamados para dar un concierto en Japón, aunque se verán obligados a tocar al principio del festival a las 11:30 de la mañana. Preparados para lo peor, los canadienses se ven sorprendidos por la cantidad de público que les espera y las ganas de que tienen de verles. Justo en ese momento, el documental que narra su vida, 'Anvil! The Story of Anvil', termina. 
Lo cierto es que este film consiguió volver a poner a la banda en el centro de todas las miradas, lo cual repercutió en que pudieran actuar, de nuevo, en grandes festivales como el Download o el Wacken Open Air y que pudieran girar otra vez por el mundo. Si bien es cierto que el conjunto canadiense ha seguido publicando discos y que ya, al menos aparentemente, no toca en antros vacíos, no deja de ser cierto que Anvil nunca fue una gran banda y nunca lo será. Lo más destacable de su carrera es un documental en el que se expone la miseria que más de una banda ha tenido que vivir para perseguir sus sueños. No todos podemos ser estrellas del rock, pero a nadie se le prohíbe intentarlo. 

RockFM