La Cami o la Vida

Un artículo de Jorge Vileilla 

 

Tiempo de lectura: 3’

2018: 7:00 a.m, de repente suena Untitled 8 de Sigur Ros, mi alarma desde hace unos años y la canción perfecta para arrancar el día en fade in. A los 37 el cuerpo ya no está para bromas. Entro en la ducha semidormido, pero ya con un café y El Pirata y Su Banda sintonizado. La vida fluye. Al acabar rebusco entre las camisas limpias y planchadas. Hay algunas de marca (pocas), otras demasiado viejas que no me pongo, pero que aún no sé porqué no he tirado y la gran mayoría de grandes cadenas. Normalmente me muevo entre el denim y la franela, seguramente por el pasado grunge. No lo pienso mucho, pillo la que sea, termino de vestirme y al trabajo.

1998: 7:00 a.m tras estudiar toda la noche me he quedado frito sobre los apuntes de Latín. Mi madre me despierta recordándome entre gritos que siempre lo dejo todo para el final y si no espabilo llegaré tarde. Me llevo a la ducha “el huevo” (cd+ radio + cassette) y entre el batiburrillo de cintas grabadas de la mesita escojo 'Vitalogy' de Pearl Jam, comienzan los primeros acordes de “Spin The Black Circle” y directo a la ducha. Al salir, sólo una pregunta ronda mi cabeza y, desde luego, no es sobre el inminente examen de Latín ni mi incierto futuro en la vida, todo eso podía esperar, la pregunta era: ¿qué camiseta me pongo hoy?

El momento de elegir la camiseta en la adolescencia para mí adquiría un cariz cuasi ritualístico y como ya han pasado varios años, me apetecía analizar las funciones que creo que cumplían: 

CAMISETA COMO ESCUDO

En la adolescencia salir a la calle era salir a la guerra. Los primeros amores, las peleas, los primeros tonteos con las drogas merecían llevar una buena armadura y esa armadura era la camiseta de un grupo así que más te valía elegir bien. No era un proceso fácil, pero sentías que toda la actitud y la fuerza de esas bandas estaban contigo y de alguna manera eso te hacía invencible. Un escudo invisible.

CAMISETA COMO MÉTODO PARA INTERACTUAR

La camiseta elegida debía ser lo suficientemente dura como para que los heavies te respetaran, pero  bastante sensible como para dar a entender que no eras un garrulo. ¿La de Zero de Smashing Pumpkins? No, esta noche hay concierto de S.A en en el pueblo de al lado y hay que llevar algo más agresivo para estar a tono ¿Rage Against the Machine? perfecta. Ahora ya podías pasear orgulloso buscando las sonrisas de complicidad o, por el contrario, miradas de “aquí no te acerques”.

CAMISETA COMO FILTRO AL MAINSTREAM

La primera regla si te querías hacer el “guay” en un concierto era no ponerte NUNCA una camiseta del grupo que actuara ¿quién querría pertenecer a ese rebaño? desde luego que tu no. Tu estabas por encima de todo eso y aunque en realidad eras el fan número uno de esa banda, no quedaba bien que se notase tanto en público. Siempre era mejor escoger  la camiseta de algún grupo que hubiera influenciado al que toca o que el cantante hubiera nombrado en algún fanzine underground. Ese esfuerzo haría de filtro perfecto para que solo se te acercara a hablar la gente que tu querías que lo hiciera. 

CAMISETA PARA SER 100% UNOFFICIAL

Olvídate de intentar conseguir la camiseta de la gira oficial y por supuesto de las webs de los grupos (¡eran los noventa!). Las camisetas se compraban en los mercadillos y eran un batiburrillo de todas las imágenes que pudiera recolectar el del taller de serigrafía de turno. ¿Que la gira de Nirvana del 93 no pasó por Tucson? Se siente, de alguna manera había que rellenar el hueco de la espalda, además ¿cómo c*** lo ibas a comprobar? Aún hay que dar las gracias a que la mayoría de veces (no siempre) el nombre se correspondía con la imagen. 

CAMISETAS PARA PROTEGERTE DE “LA POLICÍA DE LATRUADA”.

Trues de postureo y abusones siempre ha habido, pero si algo es cierto es que en el mundo del rock los nuevos nunca han sido bien recibidos. ¿Novatadas universitarias? Una broma al lado de esto. Cuando quieres entrar de lleno en la comunidad rockera no todo vale. Sí, es cierto que las camisetas se las venden a todo el mundo, pero comprando “a lo loco” estabas expuesto a que en cualquier momento te asaltara la “Policía de la truada” y te preguntaran por ella...y más te valía pasar el examen. Te podían preguntar por el nombre de los discos de la banda, mofarse si no te sabías ninguna canción o incluso obligarte a quitártela, una auténtica humillación por la que nadie estaba dispuesto a pasar, por eso, antes de ponerte una camiseta de una banda más te valía haberte empollado toda su discografía.

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