Crítica de 'Gigaton', lo nuevo de Pearl Jam

Jorge Vileilla, analiza 'Gigaton', el último trabajo de la banda.

 

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Al igual que su admirado Neil Young, Pearl Jam son libres, siguen su propio camino y dirigen por completo las riendas de su carrera. Su honestidad, tanto sonora como emocional, es más que necesaria en estos tiempos de incertidumbre que vivimos.

Ahora que el mundo se derrumba, escuchar la voz de Eddie Vedder hace que parezca que todo sigue en orden, pero no nos dejemos engañar, en ‘Gigaton’Pearl Jam han huido de lo fácil, estamos ante el disco más experimental de la banda en los últimos veinte años.

Abren fuego con “Who Ever Said”, un ejercicio de estilo condensado en una canción sencilla, pero enérgica. 100% “marca de la casa” y toda una declaración de intenciones que nos viene a decir que, nos encontremos con lo que nos encontremos en el disco,  podemos estar tranquilos ya que su esencia sigue intacta. 

A continuación “Superblood Wolfmoon”, una de las perlas que ya nos adelantaron el mes pasado y que, desde la primera escucha, se te acaba instalando en la cabeza. Un auténtico proyectil directo la yugular que llega con una melodía sinuosa y básica sobre un riff principal altamente inspirado por el hard rock setentero.

Le sigue ‘Dance of the Clairvoyants’, la primera canción que estrenaron y que descolocó a gran parte de sus fieles debido a la innovación de sus planteamientos. En ella, por primera vez, incluyen programaciones y se adentran en terrenos a los que no nos tienen acostumbrados, no obstante, tiene todas las papeletas para ser la mejor del álbum. 

Como un auténtico monolito aparece ese muro sonoro llamado “Quick Escape”, aquí la banda abandona sus texturas habituales para sacar músculo con un ritmo de base robusta y cavernosa al que acompañan un sencillo, pero vitriólico arreglo de guitarra. Un mastodonte al que nadie puede detener que camina hacia un crescendo imparable y acaba estrellándose contra un muro de ruido y caos orgánico provocando un fuerte contraste con el desarrollo previo.

Y a modo de bálsamo reparador aparece una maravilla llamada “Alright”, una balada chamánica, que coquetea con ambientes post-rockeros y que podía haber encajado a la perfección en aquella inolvidable B.S.O de “Into the Wild”.

Y justo en el ecuador del álbum, un sorpresón llamado ‘Seven O Clock’ , la canción más larga del trabajo, con una progresión de melodías que consigue el perfecto maridaje entre la nostalgia y la alegría.

Sin respiro y como en un bloque indivisible nos llegan “Never Destination” y “Take the Long Way”, dos pildorazos enérgicos que, entre sí, comparten gran regusto a los setenta, esos que tanto sirvieron para levantar los cimientos de lo que Pearl Jam representa y algunos mal llamaron ‘grunge’. 

Las últimas cuatro canciones del disco son una demostración de la maestría con la que la banda reinterpreta sus influencias más acústicas y folkies, la abre la tranquila "Buckle Up” que aunque calma los ánimos con un ejercicio de folk preciosista y luminoso, no aporta demasiado al disco, pero prepara terreno para la bluesy "Comes Then Goes", rotunda en su planteamiento y con un adictivo quiebro en su riff principal, le siguen "Retrograde", la cual alberga una grata sorpresa al final, al igual que "River Cross", canción que cierra un álbum crucial para la carrera de Pearl Jam. Todo un ejemplo con el que han querido demostrarle al mundo que se encuentran en mejor forma que nunca y que queda banda para rato.

Si hay algo que pueda ayudarnos en esta crisis, eso es la voz de Eddie Vedder al frente de unos Pearl Jam totalmente engrasados.

RockFM