Crónica de Loquillo en el WiZink Center de Madrid: el rock & roll volvió a conquistar nuestros corazones

El Loco ofrece un mágico recital rodeado de un público que nunca dejó de estar entregado
  • Oscar Sevilla Dominguez

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A Loquillo hay que verle en directo por lo menos una vez en la vida. Eso es lo que quedó claro la noche del pasado 15 de octubre en el WiZink Center de Madrid, donde disfrutamos de un concierto colosal por parte del originario de El Clot.

“Dos WiZinks en menos de un año, con un par”, llegó a decir El Loco en cierto momento del show, en el que no faltaron temas de los dos últimos discos del artista, 'El Último Clásico' y 'Diario de una Tregua'. Y es que estos lanzamientos han sido la excusa perfecta -y aún más después de una época tan dura- para intentar lograr esta mágica gesta. No es nada fácil dar dos conciertos en el emblemático recinto madrileño y, en las dos ocasiones, llenarlo casi por completo.

Si algo queda claro, también, de Loquillo, es que su actitud sobre el escenario es algo único y genuino. El carisma se puede trabajar, pero esa presencia, la sensación de que podría ponerse de pie sobre el escenario y, incluso sin cantar, tener al público en la palma de su mano, es algo que se tiene o no se tiene.

Lo anterior se hizo efectivo, sobre todo, cuando sonaron los grandes himnos de la carrera del Loco. El primer momento mágico llegó con “El Rompeolas”, pero también viviríamos algo similar con “El Rey del Glam”, “Feo, Fuerte y Formal”, “Rock & Roll Star”, “El Ritmo del Garaje” o, por supuesto, “Cadillac Solitario”. Mientras sonaban todas estas canciones, los presentes se convirtieron en un miembro más de la banda. El público coreaba los estribillos a pleno pulmón y Loquillo, con una sonrisa en los labios, paladeaba el momento.

Cuando Loquillo canta eso de “El Último Clásico”, por cierto, no lo hace por nada. En un mundo de apariencias, de infoxicación, de TikTok, bailes absurdos, playback y postureo, se agradece ver al artista con una puesta en escena sobria, un cigarro en la mano y un puñado de buenas canciones que, a fin de cuentas, son las protagonistas de la velada.

El legendario vocalista, de todas formas, tampoco es de quedarse estático. En cierto punto, el artista catalán no dudó en bajar del escenario y darse un baño de masas, dejado, a buen seguro, con una sonrisa en la boca a todos aquellos que tuvieron la suerte de poder estar en las primeras filas de su show.

¿Y qué decir de la bandaza que acompaña a Loquillo? Josu García, Igor Paskual, Alfonso Alcalá, Laurent Castagnet y compañía son expertos en hacer brillar, aún más si cabe, todos esos himnos que ya han marcado a varias generaciones. Un tema como, por ejemplo, el anteriormente mencionado “Cadillac Solitario”, cobra una fuerza insólita cuando se escucha en un directo de Loquillo, casi tanto como para desgarrarte un poquito el alma.

Curiosamente, por cierto, y pese a lo que muchos nos esperábamos, el recital no terminó con esta esta canción, sino con “En las calles de Madrid”, un precioso guiño de Loquillo a la capital que hizo que más de uno que pensaba que se había acabado el show se diera la vuelta para disfrutar de este último regalo.

Para cuando la noche acabó y nos íbamos, con la voz rota de cantar y el cuerpo sudoroso de bailar, la banda se despidió saludando y abrazándose mientras sonaba “People Have the Power” de Patti Smith. Hasta esa fue coreada.

Te puede gustar, le puedes odiar, pero jamás te dejará indiferente. En un mundo con cada vez incertidumbres, en el que cada vez está menos claro lo que puede pasar el día de mañana, Loquillo hace más válido que nunca eso de: “no hables de futuro, es una ilusión, cuando el rock & roll conquistó mi corazón”.

RockFM