Crónica de Los Zigarros en Madrid: rock en vena

Energía desbordada, himnos del futuro y esperanza es lo que nos dejó el décimo aniversario de Los Zigarros en el Wizink Center
  • Roberto Cimiano IG: @robertocimiano

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Han pasado ya casi 13 años desde que me dejé llevar a Sevilla para ver a AC/DC, el Estadio Olímpico de la Cartuja nos recibía con un sonido infernal en las gradas, en el escenario una pedazo de banda teloneando a los australianos, se llamaban Los Perros del Boggie, me daba tanta rabia que una banda como esa tuviera un sonido tan pésimo que abandoné las gradas y me bajé a pista para poder disfrutar de ellos antes del apabullante directo de los de Angus.

Dos años más tarde los hermanos Tormo abandonaban la formación para crear, bajo la misma filosofía (disfrutar y hacer disfrutar), Los Zigarros; el rock que desprenden es la culminación de lo majestuoso y que, un día tras otro, demuestran sobre las tablas, durante ya diez años, efeméride que aprovecharon para llenar el pasado viernes el Wizink Center, un lugar que no suele recoger un buen sonido, por lo que todos acabamos sorprendidos de que consiguieran lo imposible. En la pista no cabía un alma, pero es parte del encanto del rock’n’roll.

No hay nada como recordar los inicios, en los que las pequeñas bandas necesitan el apoyo de su minúsculo grupo de fans, precisamente el bajo de Tamarit llevaba una pegatina en la que se podía leer “support local music”, para no olvidar, tal y como recordó Ovidi, que ellos empezaron tocando en salas pequeñas y que ese apoyo incondicional ha sido el que, ahora, quedaba para la posteridad con este sold out de uno de los grandes templos de España.

Comenzaba puntual el show, tanto que me perdí el inicio y entré cuando ya sonaba “Apaga la Radio”, conste que fue por trabajo, pero celebro que se vaya perdiendo esa absurda costumbre española de empezar media hora tarde, me saca de quicio, y sé que, en parte, la culpa también es de las salas, que necesitan amortizar sus barras, pero ese es un debate perdido. “Voy a pegarme un tiro si suena otra balada”, con esta premisa me recibieron, y vaya si cumplieron…

El inicio fue una especie de antesala de lo que se nos venía encima, con un rock más experimental como “Voy hacia el mar” iban metiendo en harina a la pista, que aún no estaba todo lo caliente que necesitaban y que “Queda muy poco de mi” no acabó de conseguir, pero como reza la canción “Porque desde aquí se ve todo a punto de estallar”: ocurrió con el ritmo funky de “No sé lo que me pasa” y el inicio punk de “Mis amigos”, ya no faltaría la socarronería que rompe el pabellón en dos: el escenario y una pista que comienza a cobrar protagonismo casi arrebatando el micro a un Ovi se dejó llevar por la marea que, apuntalada por los graves de la batería y el bajo, vibraba al unísono.

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El orgullo rockero se hizo palpable recordando sus inicios y las “Malas decisiones” con la Telecaster encendida que recordaba al más crudo sonido Stones, a quienes, por cierto, tuvieron la suerte de telonear también hace ya cinco años en Barcelona. Escuchando temas como “Dispárame” o “Cayendo por el agujero” me dio por pensar en aquel momento histórico en el que muchos pudieron ver los inicios de bandas como Héroes del Silencio o Leño, canciones que escribieron en sus inicios y hoy son clásicos de la banda, esta noche parecía que éramos nosotros los que vivíamos ese instante de crecimiento.

La emoción campaba a sus anchas y nos dejaron “Cayendo al vacío” con ese deje rockabilly molón que te coloca y te eleva y que nos recuerda que su segundo trabajo es brutal. Tuvo que querer el destino que a mi lado pasara, mientras sonaba “Resaca”, Ariel Rot, la de noches que habré vivido siendo tigre escuchando a Tequila y levantarme ratón al día siguiente con la cabeza viendo como “todo se mueve” a mi alrededor.

Volvían al punk con “Con un solo movimiento” antes de pasar a uno de sus emblemas que invocaba el final del concierto: “Hablar, Hablar, Hablar…” con el que nos hacía protagonistas, el solo de público se escuchó en la luna, la energía que desprendían era de locos, recordándonos con cada acorde que no hay nada como rock’n’roll. Lo más parecido a una balada fue “Desde que ya no eres mía”, es indudable la influencia de Tarque en la voz de Ovi, con personalidad propia, sí, pero el deje melódico es manifiesto. Antes del descanso nos regalaron “A todo que sí”, un tema

que te pide desmelene y que nos dejaría con los dientes afilados para los recibir los bises, que comenzaron con dos versiones “You really got me” y “Greats balls of fire”, con las que quisieron reivindicar aquellos inicios en los que no tenían más remedio que tirar de clásicos de jam para poder rellenar sus repertorios.

Pero el tramo final es la traca que hacía falta para terminar como se merecía la noche, “Tenía que probar”, llena de psicodelia y guitarras a lo Allman Brothers, “Dentro de la ley” y “¿Qué demonios hago yo aquí?” decidían que el futuro son, como poco, otros diez años, que el rock no está muerto y que las resacas nos devuelven a la realidad. Ya solo quedaba recoger las vísceras que habían quedado esparcidas por todo el Wizink y señalar que el éxtasis lleva por nombre Los Zigarros.

RockFM