La llama eterna de los Rolling Stones arde en Madrid

Los Stones reavivaban la llama de 53.000 personas ansiosas de rescatar la energía que desprende el rock de toda la vida
  • Dara Chriss

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Tantos años de espera han tenido esa recompensa que todos anhelábamos, la magia de un estadio lleno nos ha devuelto la esperanza de un tiempo que era ya casi un recuerdo, pero The Rolling Stones reavivaban la llama de 53.000 personas ansiosas de rescatar la energía que desprende el rock de toda la vida.

Siempre está la duda de si este será el último de los shows de sus Satánicas Majestades, pero, una y otra vez, vuelven con la potencia necesaria para hacer vibrar a un Wanda Metropolitano que no consigue sacar el mejor sonido del mundo, pero que nos recuerda cuánto necesitamos este calor británico.

Siempre se ha dicho que las mejores esencias no se cobijan en los envoltorios más opulentos y los Stones, dados a mostrar escenarios deslumbrantes, optaron por demostrar, en este 60 aniversario, que hay que hacer más caso a la música y menos a la parafernalia que la rodea. Así vimos una puesta en escena que no llamaba la atención, la silueta de su logotipo enmarcando a una banda destinada a hacer historia cada vez que pisan suelo español.




El primer homenaje no se hizo esperar y, antes de que los Stones se subieran a las tablas, las pantallas mostraban imágenes de un Charlie Watts que nos dejaba hace menos de un año, pero que perdurará para siempre en el imaginario colectivo de la banda; para él fue la primera ovación con el público mirando al cielo, roto de dolor. No hay duda de que Steve Jordan es un reemplazo inigualable, pero hoy he echado de menos a Watts, no por lo obvio, sino porque su groove calmado es icónico y Jordan tiende más a lucirse, algo que, seguro, estará consensuado, porque los Stones no hacen nada a la ligera.

Los primeros acordes de “Street Fighting Man” encendían la mecha, Mick Jagger y Keith Richards no dudaron en dar un paso al frente para que probáramos las raíces de un pasado en efervescencia, Ronnie Wood se unió a la fiesta pasados los aplausos solemnes. Siguieron con el ánimo en todo lo alto gracias a “19th Nervous Breakdown”, prueba irrefutable de que la complicidad de la banda no se perderá nunca, pasen seis décadas o doce, y, aunque la base rítmica no sea la originaria, dejaron momentos sublimes; tras este tema Jagger se arrancó con el castellano recordando a su compañero: “es el primer tour en Europa sin Charlie, le echamos mucho de menos”.





“Sad Sad Sad” nos dejaba el primer solo de Ronnie Wood, un hombre sin el que estarían perdidos; nunca he dudado de lo que nos hace sentir Keith Richards, pero Wood acaricia el alma casi sin hacerse notar. “Está muy bien estar de nuevo en Madrid” suelta Jagger antes de hacer vibrar al estadio con “Tumbling Dice”, accediendo por primera vez al centro del estadio a través de una plataforma que estuvo bastante desaprovechada durante todo el concierto, algo que irán puliendo a lo largo de la gira; una vez allí pidió la ayuda del público que no dudó en ofrecerse generosamente a las palmas.

Por primera vez sonaba en un concierto de los Stones “Out of Time”, un tema de 1966 que funcionó como un reloj, un medio tiempo que dejó unos coros de leyenda; fue en esta canción donde me di cuenta de que Richards quiere cada vez menos protagonismo, tímido, incluso diría que algo apagado para lo que nos tiene acostumbrados; aunque Keith ha renacido un millón de veces más que el Fénix.

Durante toda la semana, The Rolling Stones, había dado la oportunidad al público de votar entre cuatro canciones (“Shine a Light”, “Fool to Cry”, “Beast of Burden” y “No Expectations”) para que formaran parte de su repertorio, de ellas salió victoriosa “Beast of Burden”, no sé qué hubiera pasado si hubiera sido cualquiera de las otras, pero creo, sinceramente, que no hubiera superado a ésta; no solo destacó el solo de Ronnie, que derrocha clase por todos los costados, sino que la conjunción de las guitarras aún resuena en mi cabeza, una de las coristas dio el do de pecho y Jordan se nota que vio tocar muchas veces a Watts para elevar este tema a las estrellas. Lo mejor hasta ese momento.

Llegaba el momento de relajación, aunque solo por unos compases, cuando Jagger cogía la acústica para brindarnos su “You Can’t Always Get What You Want”, que ganó enteros cuando el Hammond nos rompía el corazón. Ronnie se atrevió a saltar a la pasarela para lucirse y el público también aprovechó su momento coreando el estribillo con el bombo como único acompañamiento. Acabó con un subidón que pocas canciones alcanzan.




Tras “Living in a Ghost Town”, que pasó desapercibida, llegó uno de los momentos de la noche, por primera vez se me erizaban los pelos al escuchar los primeros acordes de “Honky Tonk Women” que ejecutanba Ricards con el cencerro de Jordan, aquí sí, llega el primer solo de Keith, sigo pensando que fue sublime, pero que le faltó un poco de alma -después la recuperaría,

veréis-. Con la canción vibrando Mick presenta a toda la banda, aunque antes recuerda el espíritu futbolero del lugar donde se encuentra: “Real Madrid… Atlético de Madrid… medio fútbol está en Madrid”. Las presentaciones son una fiesta, especialmente en el momento de Ronnie Wood, al que todo el estadio canta el “Happy Birthday”, precisamente, hoy cumplía 75 años y no hay mejor manera de celebrarlo que con un inicio de gira.

Llega el momento Richards, solo ante el público, con un buen rollo portentoso se atreve con una de esas canciones que nos llegan al alma casi sin querer, el título lo dice todo: “Happy”. En escena todos menos Jagger, pero no hace falta, los vientos, los coros, el teclado, Ronnie al lap steel y Keith gozándola son los ingredientes perfectos para llegar a la mitad de un repertorio que continuó con “Sleeping Away”, también con Richards como voz principal y haciéndome un nudo en la garganta de la gran interpretación, no es el mejor cantante, eso lo sabemos todos, pero creo que con este tema estuvo a la altura de los más grandes; por si fuera poco, las cuatro notas que dio en su guitarra se están escuchando aún en Londres.

Nada mejor que un funky como “Miss You” para devolver a Jagger a escena, pero aquí hay que hacer un alto para fijarse en que Darryl Jones no es un bajista cualquiera, que tiene lo más deseado de los músicos: la técnica, el gusto y el groove necesarios para mover con ellos solos a un estadio que sabe derrochar palmas cuando hay que hacerlo, la atmósfera que creó no es fácil de imaginar, por muchos decibelios que pongas al equipo. Tampoco se quedó corta la sección de vientos y, mientras el saxo hacía su aparición estelar, Jagger, Richards y Wood se pasaban al centro de la plataforma para recibir el calor de un Wanda entregado por completo a la banda.

Pero quedaba una traca final que, desde hace décadas viene siendo el eje stoniano, comenzaban con “Midnight Rambler”, un himno que nos hizo crecer en torno a las raíces de su nexo de unión: el blues. Como si danzaran en torno a una hoguera, los tres Stones se juntaban física y espiritualmente para meternos en su juego, y, aunque hubo algún impás de descoordinación, nos devolvieron rápido al abismo musical, la comunión con el público fue espectacular, tanto es así, que Mick acabó diciendo: “Joder, Madrid, sois el mejor público”.

Claro, que no necesitábamos nada para crecernos, por eso “Start Me Up” sellaba el vínculo emocional que enlazaba pista, grada y escenario. “Paint it Black” mostró el sonidazo que es capaz de sacar Richards a su telecaser, y “Sympathy for the Devil” perpetuaba los coros del público. Casi dos horas después del inicio, Jagger seguía correteando de un lado a otro del escenario, daba vueltas sobre sí mismo, danzaba como solo él sabe hacer y, a la vez, creaba un ambiente casi imposible de recrear en cualquier canción de hoy en día. Ojo al momento en el que entran esas guitarras chillonas, o a ese solo cortito pero necesario de Keith que cobra forma solo con la mística de la canción.




Qué decir de “Jumpin’ Jack Flash”, un monumento al rock. Parece mentira que haya aún gente que ponga en duda que The Rolling Stones son una de las mejores bandas que se pueden ver hoy en día en directo.

Los bises comenzaban con “Gimme Shelter”, con los coros dando el 200%, tanto que una de las coristas saltó a escena y se fue con Jagger al pequeño escenario de la plataforma a darlo todo, la chaqueta de Mick, amarilla y azul, hacía presagiar que llegaba un homenaje al pueblo de Ucrania, así lo mostraron después las pantallas con la bandera de un país devastado por Rusia. Todo acabó con “(I Can’t Get No) Satisfaction”, que hizo temblar los pilaras del Wanda nada más empezar el tema, que acabó fusionándose con las voces del público, que quería más.

Quién sabe si volveremos a ver en España a The Rolling Stones, pero creo que los viejos rockeros mueren con las botas puestas, y, por lo visto hoy, 60 años no son nada para los Stones.



RockFM