Caos, heroína y vergüenza: el día en el que Guns N' Roses abrió para The Rolling Stones

La historia de la banda estuvo muy cerca de terminar aquel día 

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En octubre de 1989, Guns N' Roses tuvo la oportunidad de terminar de consagrarse como una de las bandas más grandes del mundo. Con repetidos éxitos musicales a lo largo de todo el mundo y una legión de fans, The Rolling Stones, la banda de rock más grande del mundo, se fijaron en ellos. 

Los de Mick Jagger y compañía se encargaron de acercarse a los californianos para ofrecerle la oportunidad que ya habían tenido grandes bandas y artistas de la talla de Lynyrd Skynyrd, Santana o Prince. Sin embargo, lo de Guns N' Roses era aún más grande, estaban destinados a llegar aún más alto que sus predecesores.

No en vano, el 'Appetite for Destruction' era -y sigue siendo- uno de los discos mejor vendidos de la historia, una obra de arte repleta de energía y salvajismo destinado a inspirar a la generación que les recibió, así como a las venideras. El EP que le siguió, 'Lies', no estuvo a la altura de su predecesor, pero no pasaba nada, porque Guns N' Roses seguía en la cima. Los Stones le ofrecieron, en un primer lugar, 50.000 dólares a la banda por abrir cuatro conciertos, tras la primera negativa, ofrecieron 500.000. Los de Axl se negaron una vez más, querían un millón. Al final, los ingleses tuvieron que ceder. 

El trato estaba cerrado y, ahora, sólo había un problema: había que conseguir que la banda estuviera lista para tocar. Y es que los Guns N' Roses llevaban más de ocho meses sin salir de gira y, lo que es aún peor, tenían muchos, pero que muchos problemas con las drogas en general y con la heroína en particular, hasta el punto que algunos miembros del conjunto no estaban, en absoluto, en condiciones de interpretar nada. Y es que, lo que empezó como una broma con la canción “Mr. Brownstone”, se había convertido en un problema de los gordos. 

Aún con todo, los californianos estaban ansiosos por tocar con las leyendas inglesas. “Tenemos muchas influencias, pero los Rolling Stones son una de las más grandes”, decía Axl Rose a LA Times en aquel momento. Así que, con todas las ganas del mundo y un cuelgue de lo más peligroso, Guns N' Roses decide hacer un show de calentamiento para prepararse. Durante el mismo concierto, Axl le dijo a Izzy Stradlin que se largaba de la banda. 

Por suerte, Rose solía decir lo mismo “cada tres días” y al final se echó atrás. Sin embargo, lo que sí era cierto es que la heroína había hecho mella en el foro interno de la banda, al mismo tiempo que, además, la letra racista del tema  “One in a Million” le comenzaba a pasar factura al cantante. El cantante estaba de muy mal humor con sus compañeros y esto no hacía más que empeorarlo. 

Y, así, llegó el día del primer concierto de la banda con los Stones, un 18 de octubre de 1989. Todos los miembros de Guns N' Roses hicieron acto de presencia en el Coliseum de Los Ángeles para abrir el show... ¿Todos? No. Axl Rose volvió a hacer de las suyas y no se presentó. 

Fue entonces cuando el jefe de producción de los Stones, Brian Ahern, pidió un favor a los cuerpos de policía de Los Ángeles -los ingleses tienen amigos hasta en el infierno- y consiguió que dos agentes se personaran en la casa de Axl, le agarrasen y le llevaran a rastras al estadio. 

Una vez allí, Axl se llevo otro disgusto. La banda anterior a Guns N' Roses, Living Colour, había dado un discurso sobre el racismo en clara respuesta a la letra de “One in a Million”. Como es normal, la audiencia escuchó y aplaudió con fervor. El vocalista estaba a punto de explotar.

A las ocho de la tarde, Guns N' Roses sale al escenario y, antes de que suene una sola nota, Axl coge el micrófono y suelta: “Antes de que comencemos a tocar, quiero decir que estoy jodidamente enfermo de escuchar toda esa publicidad sobre nuestra canción”. Entonces, el cantante negó ser racista y afirmó que ciertas expresiones eran aceptables en el plano artístico. “Si todavía me queréis llamar racista os podéis meter la cabeza por el culo”, terminó. 

Y así Guns N' Roses comenzó el show con “It's So Easy”, en una de las actuaciones más pobres de la historia de la banda. Los californianos no estaban en forma y eso se notaba. Todo estaba a punto de empeorar porque, mientras bailaba y cantaba, Axl fue cegado por los focos y se precipitó desde el escenario hasta el foso de los fotógrafos. Aunque dos guardas de seguridad le ayudaron a levantarse, el daño ya estaba hecho, el vocalista estaba mucho más furioso y avergonzado de lo que podía soportar. 

“Odio hacer esto sobre el escenario”, anunció el cantante. “Pero he intentado esto de todas las putas maneras. Y hasta que ciertas personas en esta banda arreglen su mierda, este será el último concierto de Guns N' Roses que jamás veréis. Estoy cansado de ver a demasiada gente en esta organización bailando con Mr. Puto Brownstone”, espetó, refiriéndose a la heroína y a sus compañeros. 

Los trapos sucios de la banda fueron aireados delante de más de 70.000 personas. Slash, avergonzado, sabía que el principal afectado era él, ya que estaba pasando una de sus peores etapas con las drogas. La banda, aquella noche, terminó el concierto a medio gas y con un nudo en la garganta. 

Los Rolling Stones, por su parte, dieron una actuación magistral que dejó a todo el mundo contento. “Axl dio un buen show”, dijo Mick Jagger, “pero ojalá se hubiera callado la boca y se hubiera dedicado a cantar”, afirmó. Los Guns N' Roses acabaron aquellos cuatro conciertos y siguieron adelante y, como ya sabes, el resto es historia. 

RockFM