Chantaje, limusinas y una multa de tráfico: el día que Axl Rose casi deja a una ciudad sin su concierto de Guns N' Roses

El cantante fue capaz de chantajear un sargento de policía sabedor de todo el poder que tenía sobre su audiencia

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Cuando, el 30 de julio de 1991, Guns N' Roses llegó a Inglewood City, en California. Mientras tanto, una pobre pareja de policías hacía su ronda como de costumbre alrededor del estadio en el que iba a tener lugar el concierto hasta que, de repente, una limusina hizo un giro ilegal a la izquierda marchando hacia allí. 

Como es natural, los agentes pararon al coche, con la mala suerte de que no se dieron cuenta de quién estaba dentro. Cuando, por sorpresa, el siempre enfurecido Axl Rose sacó la cabeza por la ventanilla para quejarse, no dejó títere con cabeza. En un primer momento, el cantante argumentó que el conductor, James Brian Green, solo estaba siguiendo las instrucciones de un guarda de tráfico, que había solicitado que el coche hiciera el giro. La policía no escuchó.

Después, Rose pasó a utilizar la artillería pesada: no actuaría a no ser que la multa, de 60 dólares fuera retirada. El sargento de policía Tom Hoffman se vio obligado a hablar con el mánager de Guns N' Roses y con el dueño del recinto para minimizar daños. Estaba claro, si la banda no tocaba, una revuelta de fans furiosos podría causar muchas más pérdidas que una simple multa de tráfico. El mismísimo Axl le llegó a dar las gracias al policía durante su actuación de aquella noche. 

Sin embargo, aquella multa retirada tenía truco. Días después, con la banda lejos de la ciudad, el ayuntamiento del lugar comenzó a tramitar la multa después de que varios residentes locales se quejaran de que Hoffman se la hubiera perdonado. Y es que Axl no podía haberse callado y tuvo que presumir de ello, como ya te hemos contado, sobre el escenario. La respuesta oficial fue que la multa, simplemente, había sido retrasada para poder investigar el asunto más a fondo. 

Nadie está por encima de la ley”, decía el alcalde del lugar, Edward Vincent, orgulloso. Times le describió como “un fan del jazz que no podía nombrar ni un solo hit de Guns N' Roses”. Tenía razón, Axl no lo estuvo, pero sí que consiguió ganar tiempo. 

Al final, Green, el conductor, tuvo que pagar los 60 dólares y, probablemente, para aquel entonces Axl ya estaba a otra cosa. 

RockFM