Cara B: Cuando fuimos los mejores

Diego Cardeña recuerda aquellos momentos en los que toda generación se creyó invencible
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Locutor RockFM

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Cada uno de nosotros somos hijos de nuestro tiempo. Cronistas únicos y a su vez idénticos, de la época y lugares en los que crecimos y nos desarrollamos como hombres y mujeres. Mujeres y hombres, que fuimos creando comunidades, tribus urbanas, en los que compartir nuestros gustos, inquietudes e incluso placeres culpables.

Hoy, me gustaría recordar una de las épocas más bonitas de mi vida. Compartir contigo aquellos momentos y lugares en los que nos creímos invencibles y a su vez, cuando la vida nos colocó en nuestro sitio, enseñándonos que no todo era un juego.



Como arrancaba el artículo, a cada uno nos tocó vivir una época en primera persona. Y por la media de edad del oyente de RockFM, seguramente la mayoría de vosotros y vosotras, empezasteis a mocear cuando Iron Maiden se presentaba ante 2.000 seguidores en la Canciller en marzo del 93. Bueno, pues a mí me golpeó de lleno la siguiente ola. Pantalones caídos, un rollo de calcetines en el empeine de la zapatilla, camisetas anchas y tinte en pelo. Está claro que muchos de vosotros y vosotras os reísteis de aquella moda, pero recordad que vuestros hermanos o primos mayores también se reían de vuestras pintas. Sea como fuere, al igual que Canciller era el templo de toda una generación, para nosotros el fin de semana se reducía a la programación de la Ritmo y Compás, para luego pasar por el KuRGaN, el Aenima y terminar en el Shock (luego Goodfellas), junto a la Siroco.

No te hablo del Malasaña indie donde la sala Maravillas acogía a Los Planetas, ni de la bajona yonki post ochentera. Tampoco del ridículo hípster de la última década. Las imágenes que me vienen, son protagonizadas por nombres como el Aenima (después Ocean), donde estaba Chicho, que siempre me recordaba a Fieldy de Korn, con el que podías hablar horas de música (entre calimocho y cacahuetes), de la vida, obra y milagros de Tool, Slipknot y a su vez, del punk español. Una amalgama de géneros e iconos, que representaban a los parroquianos del lugar. En su mayoría intentos de intérpretes de rock y metal de todo Madrid, que se daban cita en los diversos tramos del camino, como tomarte una con Marcos en el KuRGaN, ver qué se cocía por un Dos de Mayo cada vez más muerto, saltar algún río de orina y seguir el rastro del olor a polen, hasta entrar en sitios como el Mercurio, donde (creo que hasta el día de hoy) escuchar el mejor rock pinchado en vinilo.

Como te digo, el sentido de la ronda variaba según el fin de semana, pero siempre acabábamos pasando por las mismas cruces, viendo a la misma gente, y dejando el Shock para el final, ya que estaba algo más alejado y a mí me venía mejor para coger el búho en Moncloa. Este pequeño templo, más tarde conocido como Goodfellas, estaba pegado a la sala Siroco y en él, podías escuchar aquello que quisiese Edu Ostos, ex baterista de Coilbox, actualmente conocido como Ed Is Dead, reventando pistas en medio mundo como Dj.



Bandas como Coilbox o Terroristars, eran el ejemplo a seguir, los hermanos pequeños de Hamlet o Skunk DF y nosotros los benjamines de los primeros a su vez. Recuerdos, imágenes, ecos de un barrio, que dibujaba la ciudad que siempre trató mejor al nuevo vecino que al hijo. Y que por ello, durante unos años, pudimos conocer al músico que no llegó a nada, a la Courtney que se conformaba con el Kurt de Hacendado durante ese fin de semana, al productor que no nos llegó a grabar, al creador del mejor webzine o al manager que nunca nos quiso llevar. Ese largo etcétera de individuos y momentos, en los que cada uno de nosotros, y como diría la canción, "fuimos los mejores".

En recuerdo de Mark Muñoz O’Connell. Descansa en Paz, hermano.


Diego Cardeña
@DiegoCardenaFM

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