El Francotirarock y su historia del verano

Cómo una llave perdida y un cangrejo hicieron del verano de Álex Clavero una comedia inolvidable

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Álex Clavero ha tenido este verano una experiencia que, según él mismo cuenta, bien podría protagonizar su propio show de comedia. Como cualquier verano, parecía que se presentaba tranquilo, con momentos de relax y diversión en las costas españolas, pero lo que empezó como un día de playa se convirtió en una aventura que le hizo reflexionar sobre lo que él llama "El Sitio Justo", un peculiar concurso de supervivencia urbana en el que, sin quererlo, terminó participando.

Todo comenzó en Valencia, después de una noche de fiesta que, como es de esperar, dejó a Álex con una buena resaca. Buscando un respiro para su estado, decidió que lo mejor sería dirigirse a la playa. Allí, entre el calor del sol y el frescor del mar, esperaba encontrar un poco de alivio. Pero pronto, lo que parecía ser una sencilla escapada se convirtió en un desafío mental que pondría a prueba su ingenio y su capacidad para lidiar con la paranoia inducida por una buena dosis de alcohol y arena caliente.

Al llegar a la playa, Álex enfrentó el primer gran reto de "El Sitio Justo": encontrar un lugar adecuado para aparcar su coche, lo que en sí ya puede ser una tarea titánica en pleno verano. Pero lo logró. Una vez aparcado, como cualquier persona prudente, decidió dejar todos sus objetos de valor en el coche: el reloj, la cartera, el teléfono móvil, en fin, todo lo que pudiese tentar a un ladrón oportunista. Sin embargo, justo cuando estaba listo para disfrutar del mar, se dio cuenta de un detalle crucial que había pasado por alto: ¿Qué hacer con la llave del coche?

Aquí es donde comienza el verdadero juego. Con el coche bien cerrado y asegurado, Álex tenía que encontrar el lugar perfecto para esconder la llave. No podía dejarla a la vista, y llevarla consigo al agua tampoco parecía una opción segura. Así que, como cualquier concursante en apuros, decidió que lo mejor sería enterrarla en la arena, cerca de su toalla. Hasta aquí, todo parecía bajo control. Pero al mirar a su alrededor, Álex empezó a sentir que todos los presentes eran sospechosos potenciales. Cada bañista, cada paseante, incluso la señora de edad avanzada que no dejaba de mirarlo, le parecían cómplices en un plan para robar su coche.

El humorista cuenta cómo la situación se volvió cada vez más tensa. Necesitaba que todos dejaran de mirarlo para poder proceder con su plan de esconder la llave. Y la señora en particular, con su mirada fija, lo ponía aún más nervioso. Álex pensaba que ella lo miraba con la intención de robarle, pero al mismo tiempo, se daba cuenta de que quizás la razón por la que ella no dejaba de mirarlo era porque él también la miraba a ella con desconfianza. Finalmente, en un movimiento rápido y calculado, hizo un pequeño agujero en la arena, justo a la altura de la esquina derecha de su toalla, depositó la llave y tapó el agujero. Con la misión aparentemente cumplida, se lanzó al agua.

Pero la calma duró poco. Mientras disfrutaba del mar, notó que se había levantado un fuerte viento de levante. Al mirar hacia la playa, vio cómo su toalla, esa misma que marcaba el lugar exacto donde había escondido la llave, se volaba lejos. En ese preciso momento, Álex escuchó en su cabeza la voz de Joaquín Prat, con su inconfundible "¡A JUGARRRRR!" resonando como si estuviera en un concurso en vivo. De hecho, incluso imaginó el gesto característico de Prat, ese que él mismo tendría que imitar para salir del agua a toda velocidad.

Con el corazón acelerado y la adrenalina a tope, salió del agua y comenzó a buscar desesperadamente por la zona donde había estado. Pero la búsqueda no fue nada fácil. La toalla había desaparecido y, con ella, el punto de referencia que necesitaba. Mientras tanto, un niño comenzó a cantar "¿Dónde están las llaves, matarile rile rile?", lo que no hizo más que aumentar su desesperación. Decidió acercarse a la señora que lo había estado vigilando antes, esperando que ella recordara el sitio exacto donde él había estado. Pero para su sorpresa, la señora le confesó que ella también se había ido de allí porque pensaba que él la estaba vigilando a ella, probablemente por la misma razón.

El desconcierto fue total. Álex se encontraba en medio de un dilema, rodeado de arena, sin llave, y con un niño que seguía cantando la misma canción, aumentando su frustración. Pero la historia no termina ahí. Después de cavar frenéticamente, finalmente encontró algo duro en la arena. Al sacarlo, se dio cuenta de que eran las llaves de un coche... pero no del suyo. Justo en ese momento, el niño que no dejaba de molestarlo gritó: "¡Papá, este señor ha encontrado las llaves!".

Desesperado y sin otra opción, Álex decidió que lo mejor sería intentar hacer una llamada telefónica. Para ello, pidió al dueño de las llaves que acababa de encontrar que le permitiera hacer una llamada. Marcó el número de su colega JJ Vaquero, con quien había salido la noche anterior, esperando que pudiera ayudarlo. Pero en lugar de la familiar voz de su amigo, alguien contestó en árabe, lo que lo dejó aún más perplejo. "Este Vaquero siempre acaba con gente que tiene camello", pensó, sumido en la confusión.

Con el ánimo por los suelos, decidió seguir buscando su llave. Pero la suerte parecía no estar de su lado. Mientras escarbaba, un cangrejo le pellizcó el dedo, lo que lo llevó a un momento de total frustración, luchando por deshacerse del pequeño crustáceo. La situación era tan absurda que Álex se rió de sí mismo al pensar que "se le había ido la pinza" en todos los sentidos posibles.

Finalmente, cuando todo parecía estar perdido, y sentado en la arena, derrotado, apareció su colega JJ Vaquero. Este se sentó a su lado y, con la misma calma de siempre, le contó que se había quedado sin dinero, pero que había vendido su móvil a un marroquí por 12 euros. En un último acto de camaradería, le dio los 12 euros a Álex y, juntos, decidieron que lo mejor que podían hacer era coger unas barcas de pedales e irse a Mallorca a por ensaimadas para desayunar.

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