Así tuvo que sacar George Harrison a la banda motera Hell's Angels de Apple Studios por una "no invitación"

El miembro de los Beatles no esperaba que los Ángeles del infierno se tomaran esto al pie de la letra

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¿Te suena esa situación en la que le dices a alguien que no conoces de mucho eso de "estoy para lo que necesites"? Y nunca piensas que se lo vaya a tomar al pie de la letra. Pues eso le pasó a George Harrison con esta banda motera que se pesentó en los estudios del sello de los Beatles, en Apple, después de un "Si pasáis por allí buscadnos o algo”.

La banda motera más peligrosa del mundo en el sello de los Beatles

Claro, a todo esto George Harrison tenía que avisar a la gente de la que se iba a encontrar y es por eso que mandó una nota a modo de aviso que decía lo siguiente: "Los Hells Angels estarán en Londres durante la próxima semana, de camino a enderezar Checoslovaquia. Serán doce, con chaquetas de cuero negro y motocicletas. Sin duda llegarán a Apple, y he oído que puede que intenten hacer pleno uso de las instalaciones de Apple"

Y, como cuando el río suena, agua lleva, pues aparecieron. Pese a que el propio Harrison dijo que "puede parecer que van a acabar contigo, pero son muy rectos y hacen cosas buenas, así que no les temas ni te pongas tenso con ellos. Intenta ayudarles sin descuidar tus asuntos de Apple y sin dejar que tomen el control de Savile Row". No fue así, y escandalizaron a toda la gente que trabajaba o se pasaba por allí a un nivel tal que George tuvo que ir a decirles que la aventura había llegado a su fin.

La historia de los Ángeles del infierno con los Rolling Stones

Los Rolling Stones decidieron contratar a los Hell's Angels, una banda de moteros con los que ya habían trabajado en Inglaterra, para una especie de Woodstock, pero suyo y gratuito. Pese a que su experiencia anterior había sido positiva, la realidad es que la banda tenía ramificaciones en casi todo el mundo y la califoniana, una de las originales, era mucho más violenta y caótica que cualquier otra que Jagger y los suyos hubieran visto antes.

Llegó el día de los conciertos y, para colmo, el escenario estaba tan sólo a un metro de altura por encima de la audiencia. Lo único que separaba a los artistas de las más de 300.000 personas que acabarían asistiendo era una muralla de violentos moteros a los que la banda inglesa había pagado con cerveza.




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