Héroes nacionales

A pesar de haberse grabado con dosis extremas de alcohol y drogas, ‘El Espíritu del Vino’ ensalza los mejores valores creativos de Héroes del Silencio

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Tenía yo trece años cuando apareció un disco que cambió mi vida. Ojo a los ataques de corazón cuando diga el nombre, porque, reconocer algo así es como pegarte un tiro en el pie, pero así fue, se llamaba ‘Boom 4’. Antes de juzgar, tenéis que buscar los artistas que aparecen, me sigue pareciendo una recopilación antológica. En él descubrí a Morrissey, a Whitesnake, a Bobby McFerrin o a Franco Battiato; pero hubo un grupo, Héroes del Silencio, que convivía dentro de mí entre la pasión y la reprobación: la primera porque la canción molaba (“Héroe de leyenda”) y, la segunda, porque no soportaba la voz de su cantante.

Pero investigué, solo por morbo, y, cuando vi un vídeo de la banda, aprendí que la música no es solo lo que escuchas; entendí que esa voz que no me gustaba estaba asociada a un aspecto mucho más importante que el timbre o la afinación: la actitud. En el momento en el que vi el manejo del personaje de Bunbury en escena, me di cuenta de que me gustaba tanto, que necesitaba más de Héroes del Silencio. Cuando con 13 años te das cuenta de algo así, todo cambia en torno a la música.

La formación de Héroes del Silencio

 

Y si los dos primeros trabajos de Héroes del Silencio fueron de lo mejor que se había hecho en España hasta la fecha, con ‘El Espíritu del Vino’, llegó el cambio definitivo que necesitaba la banda. Aquellos chorus+flanger+reverb+delay+pitch+loqueseleocurriera de las guitarras de Valdivia -que en otros grupos y guitarristas quedaban de lo más hortera-, daban paso a un sonido crudo, Hard Rock casi rozando el heavy, incluso, a veces, el metal; eso sí, sin perder el sentido estético de su música y dando una profundidad extrema a las letras, que se convirtieron en algo críptico y simbólico, seguramente, gracias al viaje que Bunbury realizó a la India y que transformó toda su visión personal, tanto la mundana como la artística.

La incorporación de Alan Boguslavsky a la gira del disco y la producción de Phil Manzanera, hicieron que este trabajo se convirtiera en algo predestinado a traspasar nuestras fronteras y asentarse en Europa y América Latina como ninguna otra banda española lo había hecho hasta la fecha. 

Las canciones pasaron a trasmitir la rabia de unos riffs potentes, con una mirada puesta en el futuro incierto que ya comenzaba a vislumbrarse por las visiones artísticas tan dispares entre los miembros y que acabó rompiendo la banda tras la ‘Gira de la Conciencia’, que nos dejó un disco en directo, ‘Parasiempre’, que yo siempre guardaré entre mis recuerdos más preciados, ya que viví la grabación en el Palacio de los Deportes; ni lo olvidaré yo, ni lo olvidarán los que vinieron al día siguiente a uno de los conciertos de la banda que tenía por entonces, en el que solo tuve voz para decir que no tenía voz, se quedó en las pistas de audio del disco.

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En definitiva, que a este trabajo hay que darle varias vueltas para conseguir entender todos los matices que han hecho de él un disco gigante. Y, aunque dicen que la totalidad del mismo está hecha bajo los efectos del alcohol y las drogas, yo brindo por la locura heroica. La teatralidad y el oscurantismo comienzan, con todos ustedes: ‘El Espíritu del Vino’.

EL DISCO

1. “Nuestros nombres”. No solo fue el primer single, sino que es la encargada de mostrar el cambio que va a dar el disco con respecto a sus predecesores. El protagonismo del riff de guitarra se adueña de una canción que comienza con una maldición de Bunbury: “Joder, ¡qué zoquete!”. Una letra imposible de traducir, yo me inclino a pensar que habla de sexo, pero podría estar hablando, perfectamente, del partido de anoche. Increíble conjunción de las tres guitarras que habitan en esta genialidad.

"Y cada día le pregunta a su noche
Qué es lo que haría en su mismo disfraz"

2. “Tesoro”. Recuperan, con esta canción, el pasado, y con esos arpegios de chorus infinito ofrece un respiro a lo que nos espera. Interesantes arreglos de cuerda

"Ayer teñí de color sangre mis sueños,
Y no queda nada sagrado que me divierta ya"

3. “Los placeres de la pobreza”. Como si les hubiera invadido el espíritu de Rory Gallagher, se marcan un rock brutal. El inicio muestra la parte más espiritual de Bunbury, que acababa de pasar una temporada en la India, lo que le había hecho pensar en lo inútil de la fama y en las críticas voraces de otros músicos por su fama internacional. La letra muestra su furia contra todas esas voces que intentaban desbancar inmoralmente a la banda. 

"Cegados por la voz de la inexperiencia
nos arrastramos sin pensar.
A lomos del desierto hacia las cavernas,
las huellas del peregrino me guiarán"

4. “La herida”. Uno de los muchos números uno de Héroes del Silencio por muchos motivos: la letra encarna la desesperación de una relación (tanto amorosa, como contigo mismo) que se hunde en la monotonía; se presta a lo acústico y a lo eléctrico, nada más hay que escuchar el electrizante solo de Valdivia; es un vaivén de sentimientos que te desatan de la silla invitándote a vivir la vida. 

"Siempre es la misma función,
El mismo espectador,
El mismo teatro,
En el que tantas veces actuó"

5. “La sirena varada”. Esta ha sido siempre mi canción favorita de la banda. Tiene lo más característico de Héroes (sus arpegios, sus letras simbólicas y su actitud vital) y la novedad esta etapa de cambio (la fuerza, la potencia y la producción). Basada en la obra de teatro de Alejandro Casona que lleva ese mismo título, la canción se adentra en la decadencia de la creatividad, invitando a salir del estancamiento y volver a la furia del mar. Perfecto ensamble de las líneas melódicas que marcan bajo, guitarras y voz, sobre una batería que no se limita a estructuras simplonas. Es la primera vez que, en uno de sus videoclips, aparece Alan Boguslavsky. 

"Echar el ancla a babor
De un extremo la argolla
Y del otro tu corazón"

6. “La apariencia no es sincera”. Una pista llena de baches, eso nos encontramos cuando nos embarcamos en una relación de amistad o amorosa que acaba por ser algo diferente a lo que esperábamos. La desconfianza llega en forma de metal melódico en las estrofas, algo que siempre ha atraído a Valdivia (no tanto a Bunbury), y tintes góticos en los estribillos.

"Dame tantas rosas como espinas me clavé,
No encajo bien tus bromas,
¿Por qué serás tan cruel?"

7. “Z”. Guitarras acústicas a lo Led Zeppelin para un tema instrumental que no llega al minuto de duración. Interesante, ya que se puede ver como una presentación de banda, en este caso de Valdivia a la guitarra, en siguientes cortes vendrán el resto de integrantes. 

8. “Culpable”. Sonido contundente para una canción alegre, pero de letra crítica con los excesos. Grandes momentos en una canción larga pero que no cansa, especialmente en los últimos estribillos se puede escuchar el solo de Valdivia -acompañado por la voz de Bunbury- que te pone las pilas. 

"Y las palabras necias
Me dejaron sordo,
Y a lo aprendido en la escuela
Me negaré del todo"

9. “El camino del exceso”. Hard rock en toda regla. Enorme riff. Solos buenos, pero les falta punch, tanto en sonido, como en ejecución. Nuevamente el exceso como protagonista, esta vez alabando la vida loca. Solo se vive una vez, y así se resume la obra de William Blake de la que roban el título. Esta canción serviría para poner nombre a una gira que les sirvió para hacerse un hueco en Latinoamérica, donde se convertirían en un grupo de masas.

"Quemamos con malas artes
El espíritu del vino
Y no va a regresar"

10. “Flor de loto”. Un sitar para darle un toque esotérico, y, en seguida, el bajo de Cardiel con efectos muy acertados y la acústica de Valdivia. Así empieza de lo más calmado Bunbury que irá elevando su tono a medida que avanza el tema, igual que las guitarras que crecen en los estribillos y, ya en la segunda parte del tema, le dan nuevo sentido con la entrada de la batería de Andreu y la convierten en un baladón rockero muy especial, que habla de búsqueda de la pureza espiritual encarnada en su símbolo más universal, la flor de loto.

"Nunca soporte ser un alma invadida
Hasta que vi frente a mí por quien yo moriría"

11. “El refugio interior”. Segunda canción para presentar a la banda, con todos ustedes: Pedro Andreu a la batería.

12. “Sangre hirviendo”. Ya hemos escuchado casi todos los estilos en el disco, pero sorprende este tema heavy, un estilo que, en su siguiente disco, tendrá más presencia. La voz suena aquí mucho más dura y vehemente, igual que las guitarras. Quizás lo que menos me guste es la estructura de las estrofas, donde Bunbury va pisándose a si mismo de una manera demasiado atropellada.

"¿Duele el dedo en la llaga?,
Contempla el vacío desde este rincón,
Muérete a solas, nadie te enseña"

13. “Tumbas de sal”. Estructura mítica de rock, con la voz de Enrique que no quiere sobresalir sobre el resto de instrumentos, alejada del plano principal hasta que llega el estribillo, donde despliega todo el potencial de una buena melodía. 

"Occidente cargado de miedo,
Podría tratarse de magia chamán,
Ideas más torpes se han visto, 
Entre océanos de oro y tumbas de sal"

14. “Bendecida II”. Le toca el turno de presentación a Bunbury con esta canción que supone la segunda parte de una trilogía dedicada a su antigua novia italiana Benedetta Mazzini, y que tendrá su culmen en el siguiente disco de la banda con “La chispa adecuada (Bendecida III)”. Bonito juego armónico a capella.

"En tu ausencia las paredes se pintarán de tristeza
Y enjaularé mi corazón entre tus huesos"

15. “Bendecida”. Me encanta la canción, pero me saca un poco el sonido de la caja en sus primeros compases. Aquí encontramos una de esas canciones de desamor que no son habituales en la literatura de Bunbury, pero parece que Benedetta le marcó mucho y que, en su día, “fue la causa de su fortuna”. Un tema a tener muy en cuenta dentro del repertorio de la banda.

"Hoy será el día que inicie el retorno,
Me estorba la memoria,
Los sentidos me distraen,
Y se equivocan"

16. “La alacena”. El piano barroco de Copi Corellano anuncia el final del disco, con arreglos de cuerda que se entregan a la causa. Y aunque la letra empieza como si hablara el maestro Yoda, es un poema enorme. 

"La sinceridad, enemiga del ganador,
Dilata el pasado y el porvenir"

RockFM